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La mirada de Sofía.


Aún sintiendo demasiadas emociones juntas, siento que no siento nada.


Hace menos de 24 horas desde que estoy de vuelta, y me siento rara. Tengo un nudo de pensamientos que tengo que ir desenredando poco a poco, tomándome mi tiempo. He visto cosas que estoy segura de que no todo el mundo es capaz de ver y asimilar. He visto la peor cara de la moneda, y a partir de aquí me toca empezar a construirme.


Cuando aterricé en India, aterricé en un mundo gris, oscuro, ocultado en la tristeza, en la penuria más pura, y eso no solo lo podía palpar con los ojos.


No se en qué preciso momento escuché la frase “la pobreza no solamente se ve, sino que huele”, y qué razón. 


He vivido todo tipo de situaciones en este viaje que me han hecho recapacitar sobre mi misma, pero sobre todo nos ha unido muy fuerte las unas a las otras, aun sin conocernos de nada.


Tengo que daros las gracias y agradeceros todo abrazo, todo apoyo, toda palabra de consuelo, toda mirada de calma que me habéis brindado en estos días. Por el grupo tan unido que hemos creado, por las risas, los lloros, las bromas, las canciones, los bailes, los juegos (habéis perdido), por la fuerza, por el empeño, los momentos en la azotea y en el bus hablando de todo, las conversaciones tan intensas y sinceras que se creaban en las reuniones… por todo chicas, GRACIAS. Estoy segura de que seremos muy buenas educadoras.


He conocido un país que sorprendentemente me ha enamorado, he disfrutado cada segundo y he intentado dar lo mejor de mi en todos los momentos. Aunque en la mayoría de ellos estuviese rota en mil pedazos por dentro.


Aun viendo las condiciones en las que se encontraban estos niños y niñas yo solamente me podía fijar en sus miradas de felicidad al verme de nuevo cada día en el autobús escolar, en que daba igual el idioma y no poder comunicarnos porque con el idioma del juego nos entendíamos mejor que nadie, en las millones de sonrisas que me brindaban cada uno de ellos, en lo fácil  que era conseguir, aunque fuese por un rato al día, que esos niños de tan poca edad fueran solo eso… niños, y no trabajadores ilegales explotados en una fábrica de ladrillos durante 9 meses al año, junto a toda su familia, trabajando, li-te-ral-men-te, de sol a sol, cuidando de sus hermanos pequeños, y teniendo que vivir en una casa que no llega al metro y medio de alto.


Esos niños, ya tienen arrebatada su infancia, con a lo mejor tan solo 1 año de vida. Y aun así son tan responsables que la primera vez que me monté en el autobús escolar para ir a buscar a los niños, la  profesora con la que iba tuvo que utilizar como recurso el soborno y sacó dos bolsas de dulces y de caramelos para que así los niños se subiesen al autobús, y aun así había niños que cogían el caramelo y con cara triste le decían a la profesora que no podían ir a la escuela porque tenían que quedarse ayudando a sus padres a hacer los 1000 ladrillos que significaban comer ese día, y se marchaban corriendo. Son tan responsables que anteponen las necesidades y las vidas de sus hermanos pequeños antes que la suya propia, porque he vivido situaciones en las que ves que un niño está deseando jugar y no lo hace por estar con su hermano, o que en la hora de la comida da de comer primero a sus hermanos que a el mismo, o que cuando el hermano pequeño lloraba se convertían en verdaderos padres y madres y afrontaban la situación como tal, con a lo mejor tan solo 4 años. Cosas así te marcan la vida y más si la vida se te va en los niños.


Estos niños nos han enseñado valores que creíamos aprendidos pero claramente no era así. Y me da pena ver todo lo que he visto y tener la impotencia de no poder cambiarlo, la impotencia de irme con la sensación de que se tiene que hacer mucho más, pero tener que irme sí o sí. 


Me da pena ver como los niños tenían las manos como lijas, duras y agrietadas, los pies descalzos y la ropa sucia y rota. Me da pena tener que ver a niñas preciosas con marcas en la cara que les habían hecho sus propios padres para así hacerlas más “feas” y así poder protegerlas de una violación. Me da pena ver como a la hora de la comida los niños comían lo más rápido posible para que antes de que se acabase la cola de niños esperando el plato de comida poder ir a lavar el plato y así hacer como que no habían comido aún y ponerse de nuevo en la fila para la comida porque claro, es que para un plato de comida podía haber cuatro o cinco niños comiendo fácilmente. Me da pena ver cómo se guardaban la comida en cualquier lado para poder dársela a su familia.


Como no voy a tener un nudo en el estómago si personas que no tenían absolutamente nada me lo han dado todo por el módico precio de una sonrisa. 


Rocio y Juanjo nos quisieron tatuar en el corazón con este viaje que teníamos que aprender a mirar de tal manera que esa forma de ver se nos quedase en el corazón para siempre, que nos teníamos que poner unas gafas que no nos quitaríamos jamás y que la mochila de emociones tenia que venir llena. Todo eso en mí lo han conseguido sin duda, y por eso también les di las gracias a ellos, pero ahora mi miedo está en que todo lo que siento no acabe quedando en el olvido más ignorante por entrar en la rutina o por caer en problemas que me competen día a día. Espero tener la suficiente cabeza para tenerlo siempre presente. “El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes sino en mirar con nuevos ojos.” 


Deseo volver y poder continuar con la historia que hemos empezado. Y ya sabéis chicas, cuando estéis tristes bailad el Chipi Chipi y todo irá mejor.

PHIR MILENGE INDIA.


Sofía Zurdo

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